Testigos: Testigos de Bronce II

6.5.10

Testigos de Bronce II

Medidas: 7.5 cm. x 5 cm. x 15 cm.

Medidas: 22 cm. x 12 cm. x 39 cm.

Medidas: 16 cm. x 10 cm. x 41 cm.

Medidas: 18 cm. x 11 cm. x 35 cm.

(Contactar a la artista por esta obra: violetalemme@hotmail.com)

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Quienes son estos testigos?
Mis autoretratos
Mis alteregos.

Habitantes de estrellas
Observadores que van juntando imágenes,
huellas y sensaciones .
El rojo…
Caracoles, cargando los mundos que los albergan,
los abrigan, los atormentan.
El amarillo…
Huesos, tendones, ligamentos, músculos y pieles
Palabras, camino. Memoria en bicicleta.
El azul…
Y una trompeta que suena quedito y un contrabajo que la acompaña.
El bermellón…

Habitantes de miedos y laberintos
El púrpura…
Con las palabras
como inciertas formas del desencuentro. Y de maravillas.
El índigo…

Irreverentes náufragos de dioses
vagando azorados como primates
desde las raíces de su nada
El verde
esperanza
Y nos asomamos a estos espejos de fijeza siempre momentánea.

“…lo llamaré paravisiones
es decir (lo malo es eso, decirlo)
una aptitud instantánea para salirme, para de pronto desde fuera aprehenderme, o de dentro pero en otro plano,
como si yo fuera alguien que me está mirando
(mejor todavía –porque en realidad no me veo-: como alguien que me esta viviendo).
No dura nada, dos pasos en la calle, el tiempo de respirar profundamente (a veces al despertarse dura un poco más, pero entonces es fabuloso)
y en ese instante sé lo que soy porque estoy exactamente sabiendo lo que no soy (eso que ignoraré luego astutamente). Pero no hay palabras para una materia entre palabra y visión pura, como un bloque de evidencia. Imposible objetivar, precisar esa defectividad que aprehendí en el instante y que era clara ausencia o claro error o clara insuficiencia, pero
sin saber de qué, qué.
Otra manera de tratar de decirlo: Cuando es eso, ya no estoy mirando hacia el mundo, de mí a lo otro, sino que por un segundo soy el mundo, el plano de fuera, lo demás mirándome.“

Julio Cortazar, Rayuela

“…A la larga, la triste experiencia nos enseña a no hacer caso a esa cara misteriosa. Una máscara clara y dura la recubre, y lleva la huella de todo el hecho y gestos que nos alcanzaron. Los beneficios la iluminan con colores atrayentes y frágiles, mientras que las ofensas la marcan con profundidad. En realidad, únicamente bajo esa mascara modelada según el recuerdo de alegrías o disgustos percibimos al que se aproxima; y le decimos, si nos ha ofendido, que lo perdonamos, eso le afirma que no lo reconocemos.”

Maurice Maeterlinck,
La inteligencia de las flores.